En primer lugar, antes de entrar en un debate peliagudo sobre qué es mejor, ser abogado generalista o abogado especialista, es necesario saber qué entendemos por uno u otro. Así, llamamos abogado especialista a aquel abogado especializado en una rama concreta del Derecho y que, por tanto, conoce de forma específica y detallada aquella parte de la legislación o conjunto de normas que regulan la rama del Derecho en la que se ha especializado (bien sea civil, penal, laboral…). Por su parte, el abogado generalista es aquél que presta sus servicios y ejerce sus funciones en las distintas ramas del Derecho, sin estar especializado en ninguna de ellas en concreto. Una vez diferenciados ambos conceptos, podemos entrar a plantearnos qué es mejor, ser abogado especializado en una rama del Derecho o ser generalista, un auténtico mundo de luces y sombras, de balanzas llenas de pros y contras, en el que será cada abogado, individualmente, el que decidirá como llenar su mundo de luz y descubrir en qué lado de su balanza hay más claridad. En España, tradicionalmente sólo existían abogados generalista, de manera que la especialización en las distintas ramas del Derecho, y por tanto, la figura del abogado especialista como lo entendemos hoy, surge posteriormente, concretamente a finales de 1970, época en la que el mercado comienza a evolucionar de una forma vertiginosa y con ello también el marketing. Así, dentro del sector jurídico, las grandes firmas vuelcan toda su atención en vender la figura del abogado especialista como aquél que cuenta con el conocimiento exhaustivo y detallado de una rama del Derecho,de la legislación aplicable a ésta y de todos sus trámites. Vendían al abogado especialista como el mejor abogado, el que tenía mejores herramientas de trabajo y, por tanto, como el abogado que mejor estrategia de defensa podía ofrecer a su cliente. Este marketing llegó a la sociedad como un vendaval hasta el punto de comenzar a pagar más dinero por los servicios de los llamados abogados especialistas que por la tradicional asesoría generalista, lo cual, a su vez, otorgó un buen posicionamiento en el mercado a los abogados especialistas y a las grandes firmas que así los vendían. Tal fue el impacto que causó esta forma de presentar a los nuevos abogados que incluso la idea caló en las Universidades, y años después empezó a venderse a los estudiantes de Derecho la necesidad de la especialización, obligando a éstos, en cierto modo, a posicionarse desde el inicio de sus estudios, manteniéndose esta práctica también en la actualidad a través de la necesidad de cursar estudios posgrado orientados a dicha especialización. Ahora bien, la enorme crisis económica que azotó a España desde el año 2008, hizo que muchos de estos abogados especialistas y las grandes firmas que los vendían, tuvieran que flexibilizarse y ampliar nuevamente los asuntos y encargos que aceptaban para volver a captar a sus clientes. Desde entonces y hasta la actualidad los abogados están divididos casi al 50% en abogados generalistas y abogados especialistas, por eso es un tema que causa tanta polémica, y posicionarse de un lado u otro es una decisión absolutamente personal e individual de cada abogado. La dificultad de dicho posicionamiento radica principalmente en dos fuentes, por una lado el cauce que marcan las Universidades que obligan a los estudiantes desde el inicio de sus estudios a decantarse por una rama del derecho en la que posteriormente especializarse en los estudios posgrado,y por otro lado las grandes empresas que exigen la especialización para la contratación y el progreso profesional. La realidad es que decantarse por la especialización o por ser abogado generalista es una decisión difícil por que ambas posiciones presentas ventajas y desventajas. Es cierto que el abogado especialista conoce de forma exhaustiva toda la legislación aplicable a una rama del Derecho y cada trámite de su procedimiento, por lo que es el profesional más adecuado para defender determinados casos concretos. Además, la especialización de un abogado unida a su experiencia profesional en esa rama del derecho en la que se ha especializado, más allá de su formación teórica, le va a convertir en un experto no solo en la materia, sino también en el tipo de cliente, pudiendo, en la mayoría de los casos, anticiparse a sus necesidades. Ahora bien, estos motivos de la especialización no pueden ser el fundamento para menospreciar la asesoría generalista, pues bajo ningún concepto podemos confundir ser generalista con ser un sabelotodo, y ser especialista con saber más que nadie. Ser abogado especialista presenta una gran desventaja y es que te condena a ciertos ciclos de mercado y éstos pueden pasar de moda, con la consecuencia de tener que flexibilizar tus servicios para seguir captando clientes, o tener que especializarte en una nueva materia y volver a asumir nuevamente los riesgos que ello pueda conllevar. Ser abogado generalista requiere una formación continua y actualizada de la ley en general, la doctrina y la jurisprudencia, lo que convierte a este profesional también en competitivo. Su trabajo no es mecanizado, ha de estar siempre alerta, más atento a cada trámite del procedimiento, sus actualizaciones, etc.,por lo que es más difícil que cometa errores típicos derivados de un despiste. Otra ventaja del abogado generalista es la fidelización entre sus clientes, sin embargo este motivo no supone ninguna garantía, el cliente siempre tendrá la posibilidad de ir en busca del abogado especialista para buscar la solución a un problema concreto, aunque mantenga el resto de asuntos con su abogado de confianza. En conclusión, todo un mundo de luces y sombras en el que la única certeza que sacamos de este análisis es que la especialización ha de reconocer siempre el valor del proceso de aprendizaje que solo se adquiere en la práctica generalista. Y a su vez, la práctica generalista ha de reconocer el valor que aporta la formación especializada, sobre todo cuando se trata de casos que requieren de una especialización muy alta acerca de la legislación. No cabe la menor dudar de que la especialización tiene que contar siempre con una buena base jurídica como generalista. En cualquier caso, seas abogado generalista o especialista, debes ser un buen abogado, un buen profesional, no solo en lo referente a tu formación teórica, sino que además debes saber transmitir confianza al cliente, ser honesto con él y tratar sus asuntos como si fueran tuyos, con confianza, decisión y agilidad. Tal vez de esta manera, aunque hayas decidido ser un abogado generalista, la especialización llegue a ti. Creo firmemente que la especialización nos elige como abogados, y no nosotros a ella, aunque nos empeñemos; en realidad son nuestros clientes, ante un asunto victorioso, los que con sus buenas palabras hacia nosotros, su agradecimiento, y en definitiva el conocido “boca a boca”, nos especializan, y hacen de nosotros a ese abogado resuelto, ágil y profesional, tan necesario, seas abogado generalista o especialista.